domingo, 26 de noviembre de 2017

Tinto María Victoria, un sabroso argentino de la bodega manchega Verum

Hace poco recibí de Bodegas Verum una botella de María Victoria, por mediación de Joaquín Parra (Wine Up) para que comentara sobre este tinto.

No conocía Bodega Verum, la cual dirige la familia López Montero, en Tomelloso. Aunque tiene una larga tradición vinícola, es desde 1963 cuando esta familia se dedica de lleno a estos menesteres. Disponen de viñedo propio, y con las nuevas generaciones, el catálogo cubre desde vinos blancos, tintos, rosados, espumoso y espirituosos. Hay que recordar que en Tomelloso hay antiguas destilerías y curioseando en su catálogo, Verum tiene aguardientes de Airén Gewurztraminer, Sauvignon Blanc y, Tempranillo Roble... curioso, al menos.




















El enólogo de la bodega, Elías López Montero, se aventuró a elaborar vino tinto de la variedad Malbec en la Patagonia argentina, en el alto Valle Del Río Negro. El vino ha tenido el asesoramiento de Hans Vinding Diers, un danés con bodega también en la Patagonia. Por cierto, Hans Vinding es primo de Peter Sisseck.
Una de las frases que comentaba este enólogo en una entrevista era: El encanto de un gran vino, o de cualquier vino, no tiene tampoco que ser perfecto: es el momento.















Como el trabajo no nos daba tregua, por fin este sábado pudimos probarlo y en este caso comiendo con los amigos en el Parque Periurbano de Los Villares. En plena sierra, sedienta, pero hermosa y acogedora.
Aproveché esta cita para que lo probáramos. 

Es un tinto del 2016 con una muy intensa capa; el vino es totalmente opaco de un juvenil y poderoso color rojo malva. En nariz sobresalen los aromas a frutas rojas, muy vivos, con algo también de reducción que no molesta. 
En boca es un vino en todo su esplendor y franqueza: sabroso, refrescante por su acidez y algo astringente.
Un tinto muy bien hecho, y que a todos gustó. Ya digo, el momento para probarlo fue el adecuado. 

Para aquellos interesados en cómo se elaboró, sólo comentar que la fermentación se ha hecho con un 25% de raspón. Tiene crianza en madera y también en depósitos de hormigón, en total de 8 meses.
Sólo se han hecho 9.800 botellas.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Cata de ocho, 8, amontillados con Juancho Asenjo. Para saber más, dirigirse a los enlaces de Isabel y José Ignacio.

Poco puedo añadir a los comentarios de Isabel Calvache y José Ignacio Santiago a la cata de ocho amontillados de distintas bodegas de las DO Montilla-Moriles, celebrada en Bodegas Campos.

Esta cata organizada como punto final a la 3ª edición del curso de Formador de formadores de la DOP Montilla-Moriles, y dirigida por Juancho Asenjo será un hito por la calidad de los vinos, algunos increíblemente buenos, y por los comentarios de Juancho y José Ignacio.
A ellos nos sumamos un grupo de la Asociación de Sumilleres de Córdoba.

Los enlaces a sus comentarios:
https://www.linkedin.com/pulse/amontillado-equilibrio-universal-isabel-calvache-gisbert/
https://vinacrucis.com/jornada-amontillado-juancho-asenjo/

Tan sólo comentar algunos detalles históricos que comentó Juancho:
En la guía de Vinos del Mundo de André Julien publicada en 1866 se menciona a los amontillados como vinos de primera clase. También hay que tener en cuenta que en aquel tiempo apenas había vinos en Rioja, que apareció en 1876 consecuencia de la plaga de filoxera en Burdeos.
Estos vinos, al igual que los finos, de donde proceden a base a escalas y criaderas son una consecuencia de que en las bodegas, y sobre todo tabernas, se trataba de que todo el vino fuera lo más homogéneo posible.

El auge del amontillado surge también de un hecho de coincidencia y de darse cuenta de lo que estaba sucediendo. El Conde de la Cortina, un buen bodeguero y comerciante de vinos, mandaba sus vinos en carreta hasta Jerez. Parece que en el camino (de varias semanas), donde iba parando regularmente distribuyendo sus vinos, con el traqueteo al llegar a Jerez, el vino estaba oxidado y curiosamente al personal le gustaba más: de ahí surge el Amontillado.
Como decía Juancho: existen dos vinos en el mundo, el Amontillado y los demás.
Son vinos difíciles por su poder en boca sobre todo, pero degustados lentamente son una delicia.

Hago sólo mención de los vinos amontillados catados:
- Robles, 15 años.
- Torres Burgos, 50 años.
- Montulia, 30 años.
- Marqués de Poley Convento 1952, 65 años.
- Lagar Blanco, 25 años.
- Alvear, 35 años.
- Amon (Bodegas Delgado), 50-60 años.
- Gracia, 60-70 años.

En mi opinión, unos sobresalían por unos aspectos de más ligereza, otros eran dolientes (te marcaban por dentro al beberlos), pero el que me pareció más equilibrado era el de Alvear.

Sólo dos están en el comercio, auténticas joyas que apenas se conocen. Como decía Bernardo (de Alvear) de esos tipos de vinos sólo pueden ellos sacar unas 300 botellas al año.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Buenos vinos nuevos de Alvear. ¡Y dicen que son como los de antes!

Cuando pensábamos que los vinos finos estaban empezando a ponerse de moda, en eso que llegó Bernardo Lucena con sus nuevos vinos: las 3 Miradas.

Este verano tuve la suerte de pillar en plena faena a Bernardo en el Lagar Las Puentes, en la Sierra de Montilla, y allí me mostró el superlío en que estaban metidos en Alvear elaborando ya en su segundo año unos vinos que se harían fermentando en tinaja.

- Pues eso ya pocos lo hacen... eso era antes.
- Ya, pero a las tinajas les hemos puesto placas de frío.
Vaya control.
- Y se ha recogido la uva con 11 o 12 grados de alcohol probable. ¿Para vino joven? Bueno, más bien vino de tinaja.
- Y a una parte se le está haciendo maceración de hollejos. También en frío. Los tanques de poliéster se han tapado casi herméticamente de plástico para conservar el ambiente anaerobio. Después que quitar los hollejos fermentarían en tinaja
Como dirían Les Luthiers..., eso es tacto.

En resumen, una pequeña revolución y en la que los enólogos de Envínate y varios técnicos andaban mimando y controlando esos vinos. 

Las uvas procedían de cuatro pagos de la Sierra de Montilla, con viñas de al menos 50 años y con poda en cabezo, muy bajas, de forma que los pámpanos taparan los pocos racimos y tuvieran una óptima madurez. Eso es vista.

Lo que probamos en casa de Joaquín, y organizado por la Asociación de Sumilleres de Córdoba, fueron 7 vinos del 2016, de 3 parcelas, y de cada una un vino de tinaja y otro con hollejos que han pasado un año en tinaja.

La clave de que no hayan necesitado estos vinos encabezar con alcohol, es su acidez: del orden de más de 5g/L. Tampoco tienen hecha la maloláctica. 

El resultado fue sorprendente. La variedad Pedro Ximenez da grados, kilos, aguanta bien el calor, pero lo que es aromas, pocos.
Si uno espera algo conocido en estos vinos, se equivoca; se buscaba la influencia del terreno, del pago, de la orientación de la viña y se notaba. Nada de uniformidad. Eso es gusto.
 
Los vinos se llaman 3 miradas, en botellas como las antiguas. Etiqueta limpia por delante y con buenas explicaciones detrás. En total 7 vinos más un PX de añada.

Los vinos del Cerro Macho eran muy ácidos y frescos, y con hollejos, el vino se hacía más sabroso y equilibrado.

Los vinos de la parcela El Garrotal parecían menos ácidos, más glicéricos. De nuevo, el vino con hollejos era más potente, pedía un buen plato para disfrutarlo más.

Los vinos de La viña de Antoñín, fueron los que más me gustaron. Más vibrantes en boca, matices herbáceos. En suma más aromáticos que los otros. Siguiendo con Les Luthiers, eso es olfato.


Sin embargo, el más completo fue el llamado Vino de Pueblo, preparado por mezcla de los otros hasta llegar a un consenso. Tenía un retronasal frutal, un vino suave, al final algo amargo, fácil de tomar.

Esta denominación como Vino de Pueblo, aún no recogida en la DO Montilla-Moriles, es toda una declaración de intenciones al sugerir un vino como los que se han hecho siempre. Del año y para todos los públicos.

En resumen, unos vinos diferentes. Y por tener pocos aromas florales o frutales, no son vinos sencillos. 
Más bien son vinos de autor, casi de obsequio por su esmerada presentación.
 Habrá que esperar cómo han evolucionado estos vinos en las botas, y cómo han resultado los experimentos en las tinajas con las uvas del 2017.
Pero eso será otra historia.

De las cosas del comer que nos pusieron en casa de Joaquín, Araceli, su mujer, nos obsequió entre otras cosas con unas croquetas de camarones y quisquillas que quitaban el sentío. Y el alioli con tinta de sepia que las acompañaba, era para echarle un cante allí mismo.

Otra buena noche de cata, en la que Bernardo (nada silente) hizo fácil la charla y degustación de los vinos.

Por último, bonito el detalle artístico de Joaquín decorando las botellas con lucecitas.